¿Cuál es la relación entre la lectura y la crítica de un texto? ¿Qué significa atender a la situación socio-histórica de un texto? ¿Por qué, según Cassany, hace falta ejercer la lectura entre líneas y la lectura de lo que está detrás de las líneas, actualmente?
Desde esta selección de fragmentos añadimos otra perspectiva a la discusión sobre los usos de la lectura en la comunidad académica.
Junto con el texto de José Ignacio Cabrujas, y la serie de videos sobre la lectura en la era pre-digital, estos fragmentos de la obra de Cassany nos permiten elaborar un resumen comparativo, con que preparamos el camino hacia la elaboración de nuestro examen tipo-ensayo: ¿Para qué sirve leer, para qué sirve escribir, en Artes UCV?
TRAS LAS LÍNEAS. Sobre la lectura contemporánea
Desde esta selección de fragmentos añadimos otra perspectiva a la discusión sobre los usos de la lectura en la comunidad académica.
Junto con el texto de José Ignacio Cabrujas, y la serie de videos sobre la lectura en la era pre-digital, estos fragmentos de la obra de Cassany nos permiten elaborar un resumen comparativo, con que preparamos el camino hacia la elaboración de nuestro examen tipo-ensayo: ¿Para qué sirve leer, para qué sirve escribir, en Artes UCV?
TRAS LAS LÍNEAS. Sobre la lectura contemporánea
Cassany, Daniel,
Anagrama, Barcelona,
2006
1. LEER DESDE LA COMUNIDAD
No hay una manera «esencial» o «natural» de leer
y escribir, [...] los
significados y las prácticas
letradas son el producto de la cultura, la historia y
los discursos.
Virginia Zavala, 2002: 17
¿QUÉ ES LEER?
Todavía hoy muchas personas creen que leer consiste en oralizar la
grafía, en devolver la voz a la letra callada. Se trata de una concepción
medieval, que ya hace mucho que la ciencia desechó. Es una visión mecánica, que
pone el acento en la capacidad de descodificar la prosa de modo literal. Sin
duda deja en un segundo plano a la comprensión —que es lo importante. Más
moderna y científica es la visión de que leer es comprender. Para
comprender es necesario desarrollar varias destrezas mentales o procesos
cognitivos: anticipar lo que dirá un escrito, aportar nuestros
conocimientos previos, hacer hipótesis y verificadas, elaborar inferencias para
comprender lo que sólo se sugiere, construir un significado, etc. Llamamos alfabetización
funcional a este conjunto de destrezas, a la capacidad de comprender el significado
de un texto. Y denominamos analfabeto funcional a quien no puede
comprender la prosa, aunque pueda oralizarla en voz alta.
Sin duda ésta es una concepción muy bonita, porque destaca la universalidad
y la igualdad de la lectura. Puesto que leer requiere desarrollar estos
procesos cognitivos, y puesto que estos procesos son biológicos y lógicamente
universales..., ¡todos leemos del mismo modo! ¡Y todos podemos aprender a leer
del mismo modo! Sólo se requiere aprender a realizar estas destrezas
cognitivas. Así, la lectura nos igualaría a todos. ¡Qué bonito! Pero la
realidad es más compleja.
DIVERSIDAD
En la vida real leemos de modo diferente un poema, una noticia, las
instrucciones de una tostadora o un contrato de hipoteca. La manera de
comprender cada uno de estos discursos varía: buscamos cosas diferentes en cada
caso y nos aproximamos de manera diferente a sus líneas. El contenido, las
palabras, las ideas y la lógica que las relaciona también varían. Releemos el
poema e incluso lo oralizamos y buscamos interpretaciones libres y creativas; leemos
sólo el titular de la noticia y saltamos al texto para buscar un dato que nos
preocupa; barremos con el ojo cada paso de las instrucciones e intentamos
relacionar cada palabra con un objeto de la realidad.
¿Y qué pasa con estas nuevas formas de leer: buscar datos en Internet, leer
en diferentes lenguas, leer sobre disciplinas tan dispares como la ciencia, la
política o la economía? ¿También podemos resolverlo todo con la alfabetización
funcional?, ¿los procesos mencionados bastan para explicar cómo lo comprendemos
todo?, ¿cómo leemos siempre? De ningún modo. Sólo pueden ser una parte —importante
pero parcial— de la explicación.
Lo que sabemos sobre las destrezas cognitivas de la comprensión es muy
importante. Aporta descripciones precisas sobre la conducta real y experta de
la lectura. Explica cómo funciona nuestra mente para comprender, cómo
formulamos hipótesis y hacemos inferencias. Ofrece datos empíricos y detallados
y teorías poderosas. Pero nos dice más bien poco o nada del componente
sociocultural, de las formas particulares que adopta la lectura en cada
contexto: cómo leemos la Biblia, cómo chateamos con los amigos en la pantalla,
cómo analizamos un informe técnico, cómo hojeamos una guía turística en inglés
o francés (con grados diferentes de dominio de estos idiomas) o cómo atribuimos
significado a los artículos de nuestra disciplina y a los de otra que
desconozcamos.
UN VERBO TRANSITIVO
La orientación sociocultural entiende que la lectura y la escritura son
«construcciones sociales, actividades socialmente definidas», como dice la cita
del principio. La lectura varía a lo largo de la historia, de la geografía y de
la actividad humana. La humanidad ha ido inventando sucesivas tecnologías de la
escritura, con variadas potencialidades, que cada grupo humano ha adaptado de
manera irrepetible a sus circunstancias. En cada lugar, en cada momento, leer y
escribir han adoptado prácticas propias, en forma de géneros discursivos
particulares. Para cada género (el poema, la noticia o las instrucciones), leer
y escribir cumplen funciones concretas; el lector y el autor asumen roles
específicos, se manejan unos recursos lingüísticos prefijados, se practica una
retórica también preestablecida. Desde los papiros egipcios hasta la actual
pantalla electrónica, pasando por los manuscritos del monasterio medieval o la primeras
impresiones, todo ha cambiado: los soportes de la escritura, la función de los discursos,
el trabajo del autor y del lector o la manera de elaborar el significado.
«Leer es un verbo transitivo» y no existe una
actividad neutra o abstracta de lectura, sino múltiples, versátiles y dinámicas
maneras de acercarse a comprender cada género discursivo, en cada disciplina
del saber y en cada comunidad humana. Aprender a leer requiere no sólo desarrollar
los mencionados procesos cognitivos, sino también adquirir los conocimientos socio
culturales particulares de cada discurso, de cada práctica concreta de
lectoescritura.
Además de hacer hipótesis e inferencias, de descodificar las palabras, hay
que conocer cómo un autor y sus lectores utilizan cada género, cómo se apoderan
de los usos preestablecidos por la tradición, cómo negocian el significado
según las convenciones establecidas, qué tipo de vocablos y lógicas de
pensamiento maneja cada disciplina, etc.
Por ejemplo, para comprender una sentencia judicial tenemos que conocer su
estructura (Antecedentes, Fundamentos de derecho y fallo), el
contenido y las características de cada apartado, cómo se mencionan los hechos
y cómo se citan las leyes y las normas (qué valor e importancia tiene cada
una), el estilo y la terminología usados, etc. Del mismo modo, para leer una
noticia periodística, debemos conocer sus partes (Antetítulo, Título,
Cuerpo), su organización en párrafos independientes que ordena los datos de
más relevantes a menos, de modo que al dejar de leer una noticia a la mitad uno
siempre ha leído lo más importante; debemos conocer también el estilo neutro de
la prosa despersonalizada, simple y clara. Y lo mismo ocurre con un artículo
científico, con un tríptico publicitario o con unas recomendaciones leídas en
la pantalla del televisor.
CONCEPTO
Hasta ahora he usado por comodidad leer, escritura o alfabetización, pero
el término más preciso y generalizado para referirse a las prácticas de
comprensión de escritos es literacidad. Proviene del sugerente vocablo inglés literacy y tiene un sentido muy amplio.
La literacidad abarca todo lo relacionado con el uso del alfabeto: desde la
correspondencia entre sonido y letra hasta las capacidades de razonamiento
asociadas a la escritura.
(…)
Es un campo amplio y profundo. Estudia la epidermis (la ortografía o la
fraseología), pero también las raíces (las formas de pensamiento) y los frutos
(los valores y las representaciones transmitidas). Al leer y escribir no sólo
ejecutamos las reglas ortográficas sobre un texto; sino también adoptamos una
actitud concreta y un punto de vista como autores o lectores y utilizamos unos
estilos de pensamiento preestablecidos para construir unas concepciones
concretas sobre la realidad. Además, lo que escribimos o leemos configura nuestra
identidad individual y social: cómo cada uno se presenta en sociedad, cómo es
visto por los otros, cómo se construye un individuo dentro de un colectivo. Por
otra parte, la literacidad no incluye sólo lo escrito. Hoy accedemos a muchos
discursos a través de la oralidad, que se han planificado previamente con la
escritura. Es el caso de la televisión y la radio o de muchas charlas e
intervenciones orales. Sólo tienen envoltorio acústico: su concepción y
organización fueron totalmente planificadas, meditadas, corregidas, o sea,
escritas. También integramos la escritura con el habla y la imagen en otros
discursos, como presentaciones o transparencias, webs o vídeo. Todo cabe en la
literacidad.
DETRÁS DE LAS LÍNEAS
[…] Así distinguiríamos
tres planos: las líneas, entre líneas y detrás de las líneas. Comprender las
líneas de un texto se refiere a comprender el significado literal, la suma del
significado semántico de todas sus palabras. Con entre líneas a todo lo que se
deduce de las palabras, aunque no se haya dicho explícitamente: las
inferencias, las presuposiciones, la ironía, los dobles sentidos, etc. Y lo que
hay detrás de las líneas es la ideología, el punto de vista, la intención y la
argumentación que apunta el autor. […] Por supuesto, las fronteras entre estos tres tipos de comprensión son
difusas. No siempre es fácil distinguir los tres planos, ¡y tampoco importa! La
metáfora de hablar de lo que hay detrás del discurso es útil para mostrar que
existe contenido desconocido, que a veces es el más importante…
MIRAR LA REALIDAD
Como hemos visto, el significado de un escrito no se ubica en el texto,
sino en la mente. Lo construimos con los datos del discurso pero también con
conocimientos previos. Varios lectores entienden significados diferentes
leyendo un mismo texto. Para cualquier texto no existe un significado o el significado (la Verdad —en mayúscula—), sino múltiples
interpretaciones. Cada lector construye su interpretación a partir de su
relevancia y plausibilidad. Cada interpretación individual es cierta; construye
un porcentaje de “verdad” —en minúscula— La forma más completa de comprender radica en sumar varias
interpretaciones, en poder acceder a lo que entienden personas diferentes de un
mismo texto. Veamos esto con algunos ejemplos:
Primero, un juego. ¿Cuántos cuadrados ves en la figura? Mírala, di una
cifra y luego lee la nota[1].
¿Has acertado? Todas las respuestas son ciertas. Pero ninguna basta para
describir toda la verdad. Para entender toda la complejidad de observar algo
debemos considerar todas las formas de observar y contar los cuadrados. Si
ocurre esto con una simple figura geométrica, ¿qué pasará cuando observamos
objetos, sujetos y hechos mucho más complejos? ¿Y cuando en vez de cifras frías
usamos palabras llenas de connotaciones? ¿Y cuando usamos oraciones que destacan
unos puntos y esconden otros? Sin duda este fenómeno se multiplica hasta la
infinitud.
LA TRAMPA DEL LENGUAJE
En este segundo ejemplo (Cassany 1999: 37) experimentaremos los efectos que
causan las palabras. Se trata de un hipotético titular de noticia:
Inmigrante pega a
adolescente.
Si estamos en España, entenderemos quizá que el inmigrante es
extracomunitario (árabe, subsahariano, paquistaní, sudamericano); si lo leemos
en Argentina, entenderíamos que es
boliviano o peruano; si lo leemos en México, que es guatemalteco, etc. En
cualquier caso, tenderíamos a pensar que se trata de un hombre adulto, sin
papeles, sin trabajo ni dinero, sospechoso. Del adolescente posiblemente
creamos que es autóctono, chico o chica, con estatuto legal y nivel
socioeconómico medio. Nuestras simpatías serían para él, que creemos indefenso
y ha sido víctima de un ataque.
Pero la misma noticia se publicó de este modo en otro periódico:
Mujer canadiense pega a
cabeza rapada.
Aquí la mujer aparece como adulta, con papeles, trabajo, dinero, cultura; y
el cabeza rapada, como violento, rebelde y sospechoso. Incluso pensamos que
puede haber justificación comprensible para que esta mujer le pegue, puesto que
nos despierta simpatías…
El hecho es el mismo: Mujer inmigrante canadiense pega a adolescente cabeza
rapada. Pero las dos noticias eligen palabras diferentes para explicarlo y esta
elección produce estos efectos de comprensión. Son los estereotipos culturales
vinculados con inmigrante, cabeza rapada, mujer canadiense y adolescente. Cada
palabra posee sus connotaciones, adquiridas con la experiencia histórica y
almacenadas en nuestra mente. Lo que hacen los buenos escritores es elegir
cuidadosamente las palabras —como las anteriores— para producir los efectos que desean.
UNA CANCIÓN
Comentemos ahora un ejemplo de modo más detallado. Tomemos estos versos de
Joan Manuel Serrat de Cada loco con su tema (http://jmserrat.com):
[…] Prefiero los caminos a
las fronteras
y una mariposa al Rockefeller Center
y el farero de Capdepera
al vigía de Occidente.
Prefiero querer a poder,
palpar a pisar,
ganar a perder,
besar a reñir
bailar a desfilar
y disfrutar a medir. […]
Leer las líneas se refiere a la comprensión literal.
Requiere procesar las estructuras sintácticas: recuperar la elipsis de prefiero para todos los versos: prefiero palpar a pisar, prefiero ganar a perder, etc.; o
comprender el valor sintáctico de las preposiciones de y a, de modo que en el
tercer verso no se opone farero a Capdepera (como antes mariposa a Rockefeller Center), sino farero
de Capdepera con el siguiente verso: vigía
de Occidente.
También requiere saber elegir la acepción correcta de
cada palabra. Por ejemplo, si vigía puede significar 1) atalaya, 2) persona
destinada a vigilar, 3) acción de vigilar o 4) escollo que sobresale algo del
mar (DRAE), requiere saber elegir la 2 como la más plausible. En resumen,
leyendo literalmente las líneas entendemos que al yo poético le gustan más los caminos, los bailes o las mariposas en
comparación con las fronteras, los desfiles o los centros comerciales y
culturales.
Leer entre líneas se refiere a la capacidad de recuperar
los implícitos. Aquí lo presupuesto contribuye de manera decisiva a construir
el significado. Se trata de la capacidad de recuperar las connotaciones de las
palabras. Por ejemplo, besar es amor,
felicidad, acuerdo y continuidad, pero reñir
es odio, tristeza, discusión y pelea. Bailar
es algo que hacemos con música, placer y satisfacción; desfilar pertenece a los actos militares, es formal y estricto y
serio. También, el Rockefeller Center
de Los Ángeles representa el dinero, la opulencia, la complejidad o la
construcción humanas, frente a la mariposa,
que es la simpleza, la modestia y la naturaleza.
Al leer entre líneas comprendemos, por ejemplo, que el yo poético no es favorable a los
regímenes políticos que controlan la ideología de las personas (vigía de Occidente), que más bien aboga
por la libertad (caminos), la
naturaleza (mariposa), la diversión (bailar), los sentimientos (querer, besar, disfrutar), y que tiene
escaso interés por el dinero o la autoridad (poder), por la dominación (pisar),
por la burocracia o el control (fronteras,
desfilar, medir), o incluso por el mundo militar (desfilar, fronteras). Pero está claro que las connotaciones de
estas palabras para cada persona y colectivo.
[1] Depende de la manera de observar la figura y
de contar sus cuadrados. Existen 16 cuadrados pequeños; 9 más grandes formados
cada uno por 9 cuadrados pequeños, y un único cuadrado grande formado por 16
cuadrados. Así la cifra total es 30, pero la respuesta puede variar de 16 a 30,
según se tome en cuenta una manera u otra de ver y contar.
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